miércoles, 18 de mayo de 2011

¿Lesa humanidad para la impunidad?



A FINALES DE 2009, UNOS DÍAS ANTES de que la investigación del atentado terrorista al avión de Avianca prescribiera, la Fiscalía General declaró este delito como de lesa humanidad. Paralelamente, en razón de la sistematicidad y la masividad de los crímenes con que el cartel de Medellín exterminó a la Unión Patriótica y a la cúpula del Nuevo Liberalismo, la Fiscalía entró a reconocer estos crímenes como de lesa humanidad.

Este reconocimiento abre una puerta de esperanza para que un país que fue humillado por la violencia terrorista de este aparato político-criminal pueda hoy, con dignidad, impartir justicia. Por regla general estas vanas investigaciones centraron cómodamente toda la responsabilidad en el fallecido Pablo Escobar, en otros capos muertos y en unos cuantos pistoleros, sin que se indagara un poco por los miembros que conformaban de pleno derecho la cúpula del cartel de Medellín y que hoy hacen alarde de su impunidad.

El clamor de justicia por estos crímenes no es sólo un asunto íntimo de las víctimas. Para el país es importante conocer que el auge militar de las Farc tuvo como combustible el negocio del narcotráfico, que empezó como una sociedad que se inventó el cartel de Medellín para cuidar sus laboratorios, tal como quedó demostrado en los hallazgos de Villa Coca y Tranquilandia.

Las nuevas generaciones también deben entender, que una vez este cartel rompe su sociedad con las Farc, a mediados de los ochenta, la sustituye organizando sus propios grupos armados, inicialmente cooptando a unos nacientes grupos de autodefensas del Magdalena Medio. Con esta alianza sembraron la semilla de los mal llamados grupos paramilitares.

El cartel se depuró colaborando bajo el rótulo de “Los Pepes” en el abatimiento de Escobar. Aprovechando la poderosa estructura militar que montaron para abatirlo en 1993, procedieron a iniciar la expansión nacional de los grupos paramilitares. Primero reclutaron en cada región a los mancusos y los cuarentas, para luego sembrar el terror con masacres que anunciaban su llegada.

La lesa humanidad nos sirve a los colombianos para conocer esta oscura etapa de nuestra historia. Pero la reapertura de algunas investigaciones (curiosamente el crimen de Rodrigo Lara B. es el único de esta serie no declarado de lesa humanidad) puede ser utilizada para sellar una perenne impunidad con fallos judiciales espurios. Como lo señala el columnista Fernando Arellano, preocupa que un reciente informe del CTI, a pesar de los rastros de explosivos encontrados, señale 22 años después que la causa probable del accidente del avión de Avianca sea una falla mecánica. Lo hace sin que exista un solo sindicado y sin citar a diligencia alguna a personas señaladas por testigos, como es el caso de Jorge Luis Ochoa.

La reapertura de estas investigaciones se topa con la sombra de un cartel impune que aún cuenta con sus aliados políticos de siempre, que no esconden su interés en explicar esta etapa de nuestra historia bajo un cómodo reduccionismo, según el cual todo ese conjunto de narcoguerrillas, paras y carteles que ayudaron a crear, es y ha sido una simple amenaza terrorista, sin más.

@rodrigo_lara_

[Mucha atención a esta perla. Donde dice "Cartel de Medellín" se debe leer "uribismo". Ése es el nivel de la prensa colombiana.]

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